CD REVIEW | Daughters – You Won’t get What You Want

Daughters

You Won’t get What You Want

Ipecac Records. 2018

Luego de un largo periodo de inactividad, Daughters regresa con un album de primer nivel.

Formados en 2002, inmediatamente después de la separación de la banda de Mathcore/Grindcore, As the Sun Sets, y deudores directos del sonido de bandas como Dillinger Escape Plan, Botch, etc. Daughters comenzó una carrera apegada a la escena del Mathcore más underground, sin muchas cualidades que los hicieran resaltar de entre toda la camada de bandas que surgieron a principios del 2000. Esto sumado a un disco debut de apenas 11 minutos de duración lleno de clichés típicos del género y un segundo álbum que vio la luz 3 años después, que si bien mostraba cierta evolución en su sonido no presentaba un cambio sustancial que los hiciese destacar en la escena, haría pensar que la banda pasaría sin pena ni gloria en el mundo de la música.

Sin embargo en 2010, la banda lanzaría su tercer y último disco homónimo, álbum con el que cambiarían drásticamente su sonido. Donde antes encontrábamos disonancia y violencia descontrolada, ahora encontrábamos ambas pero sujetas a un común denominador llamado noise rock, un género bastante más flexible. Daughters pasaba de ser una banda del montón a una con sonido, presencia y actitud propia, con influencias de bandas como Swans, Sonic Youth, etc. No obstante conflictos internos llevaron a la disolución del conjunto y con ello cualquier posibilidad de un cuarto larga duración.

Daughters

8 años, un almuerzo para sanar conflictos y 2 shows completamente vendidos fueron necesarios para que Daughters entrara al estudio a grabar un nuevo álbum. El resultado final de esas sesiones es simplemente bestial.

You Wont get What You Want, es una bomba sónica de principio a fin, muestra a la banda en un estado de gloria, donde cada uno de los miembros ejecutan cada uno de los instrumentos de forma prístina, cada composición encaja a la perfección con la que lo precede y antecede como si de un loop se tratase. En este disco encontramos influencias directas de artistas de la talla de Trent Reznor, Nick Cave, Glenn Branca, etc. Sin sonar a una vil copia. Marshall y compañía lograron conjugar todas las influencias que fueron adquiriendo durante toda su carrera como banda y de forma personal, agregaron un par de trucos propios y crear algo completamente nuevo, piedra angular de un género que ahora ha sido revitalizado.

Desde los primeros segundos de City Song (pista que abre el álbum), se deja notar un aura sombrío, disonante, claustrofóbico y cuya parte lírica nos muestra una clara tendencia hacia temáticas nihilistas y apocalípticas, algo que será una constante durante toda la experiencia, notable es la forma en la que Marshall interpreta ciertas partes de la canción, ejemplo claro son los gemidos y lamentos durante la mitad de la canción que aderezan la, ya asfixiante, experiencia.

Long Road, No Turns, sigue en la misma línea, tal vez un poco menos experimental en el apartado técnico abogando por un sonido cacofónico cortesía del guitarrista Nick Sadler (quien co-produjo el álbum), cuyo instrumento está paseándose constantemente de un lado a otro sin darnos respiro con un riff tan ruidoso como abrasivo.

Le sigue Satan in the Wait, primer single del disco, embellecido por una batería bastante simple pero efectiva, que durante toda la duración de la pista golpea los sentidos, sumado a un bajo, cortesía de Sam Walker, que no deja de flagelar los oídos gracias a una sucia y pulsante ejecución. Y que como en muchas de las canciones que componen el disco evoluciona en su coro para entregarnos uno de los puntos álgidos del álbum gracias a la inclusión de un teclado.

The Flammable man y The Lords Song son las más directas, cortas y violentas del disco, la primera cuenta con una colección de riffs caóticos que chocan entre sí, creando una suerte de infierno sonoro que no da tregua y la segunda con una interpretación vocal que roza la locura, con Marshall gritando sin dar respiro. Ambas sirven como una sola canción ya que comparten similitud en estructura y sonido.

Y si las anteriores mostraban el lado salvaje de Daughter, Less Sex, se encarga de mostrar un lado que no conocíamos de la banda, más pausado y provocativo. Marshall nos narra cómo dejo a alguien entrar en su casa, su cama y finalmente en su mente dándole completo control de él. El sonido cambia drásticamente a un rock industrial y electrónico similar a los Nine Inch Nails y Depeche Mode más lascivos y que sirve como un respiro para el oyente.

Daughter recuerda mucho a Nick Cave, instrumental y líricamente hablando. Marshall nos cuenta cosas que realmente no tienen sentido pero el punto es cómo interpreta cada una de las palabras, a ratos rabioso y en otros agotado, dotando a la canción de una variada paleta de emociones, la banda acompaña con unos arreglos tan intrigantes como sombríos.

The Reason they Hate Me es dueño de uno de los momentos más directos en lo lirico, Marshall grita contra alguien con quien no simpatiza, con mucho odio. Una de sus interpretaciones más enérgicas acompañado de una banda en muy buen estado tocando de forma ágil y visceral.

Ocean Song y The Guest House son las encargadas de cerrar el álbum y no podría haber sido de mejor forma. La primera es una colección de pasajes tan densos como disonantes, caracterizado por una notoria ejecución mecanizada de sus instrumentos y un final repetitivo y aun así se siente lleno de matices, gracias al trabajo de producción a cargo de Seth Manchester (mismo productor de su álbum homónimo), quien logra dotar de texturas la pista sin saturar el trabajo final.

The Guest House es la cereza del pastel, es la culminación de todo lo anterior, una canción tan bella como horripilante, fría y desoladora. Marshall grita de forma desesperada como nunca antes lo había hecho; es increíble cómo logra plasmar el terror del personaje a quien interpreta (alguien que ha visto algo horrible). Es imposible no sentirse angustiado y aterrorizado con cada “LET ME IN!”. Sin lugar a dudas la mejor interpretación de Marshall. El resto de la banda no se queda atrás; batería, guitarra y bajo compenetrados de forma perfecta, acompañan cada uno de los gritos que su compañero realiza, sin dar tregua y con un sintetizador que recuerda los momentos más tensos del Streetcleaner de los míticos Godflesh.

En un todo este You Wont get What you Want es un acierto total, expande las ideas de su predecesor, agregando una variedad de nuevas influencias evitando sonar a plagio, dotando a sus composiciones de mucha más flexibilidad y atmosferas, logrando concebir un trabajo que no baja de calidad en ningún momento. Un disco que no tiene comparación alguna y que cumple de sobre manera cualquier expectativa que uno tenga de la banda, quedando como uno de los mejores (si es que no el mejor) discos de regreso que una banda haya sido capaz de crear. Disonancia y catarsis se unen creando un disco que a futuro será referencia para muchas bandas.

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