Patea mi corazón con una sobredosis de locura.
Antes de que Axl Rose sufriera de pataletas crónicas, los Crüe ya habían destrozado 10 hoteles. Antes que Manson nos horrorizara con la gente bonita, los Crüe ya habían asustado a medio planeta. Y antes de que toda la generación grunge decidiera que el desencanto moral y social, más la heroína, eran buenos estimulantes para morir, los Crüe habían vaciado las farmacias de los dealer, consumiendo todas las drogas habidas y por haber y se tomaron lo equivalente a una represa de whisky, entre otros brebajes que vaya a saber dios de que estaban compuestos.
Los tipos eran peligrosos y lo peor de todo…hacían rock and roll del diablo, en resumen, Mötley Crüe fueron Tipos malos de verdad, sus hazañas en el circo del rock son solo comparables con esa música estridente y colérica que compusieron e imitaron cientos de bandas. Cuando empezó a sonar a comienzos de los 80’s en el Sunset Strip de Los Ángeles, algo así como una pequeña babilonia pornográfica donde todo podía pasar, el caldo de cultivo perfecto para cuatro chicos callejeros desesperados por llegar al éxito y vaya que lo lograron.
La biopic de la banda «angelina» no se anda con chicas, su director Jeff Tremaine, a pesar de solo haber dirigido a Johnny Knoxville y sus secuaces en Jackass, hace un trabajo más que decente en esta producción de Netflix.
Basada en la biografía del libro del mismo título ¨The Dirt¨ y contada por sus protagonistas. La historia nos lleva por las peripecias y excesos de una banda hambrienta de triunfo y que encarnó todos los clichés del rock and roll. La desfachatez de sus integrantes se refleja al dedillo en las situaciones mostradas en el film, incluyendo las desgracias que rodearon al grupo, en este contexto la escena con Ozzy y las hormigas es una de las mejores logradas, los excesos y la poca cordura, además del éxito a raudales que nos muestra en la primera parte de la película, nos habla de un mercado musical gringo en donde el éxito estaba relacionado con el abuso de las drogas, el alcohol y el sexo, los cuales fueron símbolos de un sentir general en la juventud perdida de esos años y malentendidos como estímulos de la felicidad, y los Crüe lo representaron como los mejores alumnos.
La segunda parte nos muestra, hasta donde se puede estirar el chicle de la fama y sus efectos, la tragedia y el infortunio también son parte del mismo show.
Las actuaciones cumplen, cada personaje tiene su momento de brillo en pantalla y aunque en algunos tramos del film parece una parodia de las banda de la época, se contrastan con los infortunios creados por ellos mismos, porque como nos muestran, cada acto tiene una consecuencia. Es una buena biopic, lo único que queda al debe es lo siguiente; entre tanta farra, libertinaje y un maremágnum de historias, que de seguro se guardarán para ellos hasta la tumba ¿en qué momento componían aquellas canciones que cantamos borrachos en algún bar creyéndonos estrellas de rock? quién sabe, como lo mencioné anteriormente cumple con el objetivo de entretener, pero solamente se destaca el lado «divertido» de ellos y que a mi parecer no es lo que más nos importa ,sobretodo, a los fanáticos (as)
Considerando que fueron Precursores de la escena Glam, en ningún momento se destacó lo buenos músicos que son, las horas de composición que los llevaron a crear sus grandes e icónicos temas. Claro y ahí también surge la comparación con la biopic de Queen, en la que sí destacaron los buenos músicos que fueron y los excesos de Freddy quedaron en segundo lugar. Sin embargo, algo que me gustó bastante es el soundtrack escogido, el cual me trasladó a los años 80’s y a todo este boom de sonidos nuevos tan característicos de aquella época.
Lista de reproducción aquí.
Soundtrack:
Por Marco Rojas