Cuando Pentagram decidió cambiar su nombre a Pentagram Chile, para evitar confusiones con la banda estadounidense del mismo nombre, nadie se sorprendió, nadie se alteró. Era bastante obvio; en el extranjero siempre los llamaron así, y en Chile siempre fueron un referente del cual el público se sintió orgulloso. Añadir de apellido el país de origen es, a lo menos, dadivoso.
Organizar una gira por Chile era un paso necesario, obligado quizás, antes de enfrentar un escenario para el que Pentagram está completamente calificado: Santiago Gets Louder 2019, la cita que reuniría a tres de los cuatro Big Four del thrash, sueño hoy empañado por el cáncer de Dave Mustaine, y que representa el desafío de ser el concierto de despedida de Slayer de los escenarios. Sólo Pentagram podía tomar la responsabilidad de ser la banda local presente en ese evento. Y calentar motores a través de la diversidad colorida de nuestro Chile fue una buena idea.
Porque las regiones proponen un desafío extra: tienen otra cara, otro tipo de público, de mosh. La pasión crece a medida que la capital se aleja. Y Concepción ha creado su mundo y circuito en base a esos 500 y tantos kilómetros que las separan. Hay un alma propia, y un público que aperra en barro y sol. Porque es difícil alcanzar el Terminal Alameda desde tu ciudad sureña un miércoles en la tarde, cuando tienes que trabajar al día siguiente, tienes un hijo, o una reunión, o un jefe nefasto, o peor aún, estás cesante. Debes costear pasajes, además del ticket de entrada, y pagar con un riñón para no perder el bus de vuelta y, quién sabe, es fin de mes; tu cuenta ya va por debajo de los 6 dígitos.
Cuando llega una leyenda a tu tugurio local, el panorama comienza semanas antes. “¿Irás a Pentagram? Yo también. Nos vemos ahí, ¿nos juntamos antes? Aprovechemos de vernos. Yo voy desde Chillán, llegaré más temprano, así nos vemos un rato. También van los cabros, y viene el flaco…”
Y así, contentillos de estar vivos, de ver a los amigos, de THC, de que falten 100 días para Maiden, llega la noche y en el escenario un ritual pagano abre la jornada. Los locales Hngash crean una atmósfera eclesiástica entre humo, velas y un metal pesado de ultratumba . Luego es el turno de Soulburner, locales jugando de local, con años de circo y por ende, clásicos coreados, cabeceados y vitoreados. Dejando al público arriba, dieron el pase a Necrobastard de Los Ángeles, tierra fecunda en sonidos guturales y blasfemias, y desde ahí en adelante todo fue tornado tras tornado. Un cañón. Así hasta Cabrío, los santiaguinos que compartían esta ala sureña de la gira, nominados al Premio Pulsar este año, y que nos preguntamos por qué no tenemos más seguido por acá. Hubo química entre nosotros. Vuelvan cuando quieran.
Extensa jornada hasta ahí, que esperaba por su inyección final. Ansiedad del público que, en a ratos, se transformó en insolencia: insultos al staff que montaba los equipos. Mis admiración al temple de acero de ese crew. A aquellos que gritaban: amiguitos, entre banda y banda hay recesos, cambios de instrumentos. Si no te gusta esperar, ¿Para qué vas? Dejémonos de joder.
Pentagram salió al escenario a la 01:10 am. En un show que se extendió por más de una hora y donde demostraron lo que son: una fucking leyenda. Anton y compañía lo manejan todo a perfección, se anticipan, ponen pausas e intercalan canciones en una telaraña perfecta a la que sólo puedes entregarte: si te resistes se pone peor.
“Concepción nunca defrauda” dijo Reisenegger, como una palmadita para que el mosh no fuera a decaer. Y jamás lo hizo. Muy por el contrario, se mantuvo siempre en peticiones explícitas del tipo “deja la cagá, Anton y la ctm”.
Y bueno, ten cuidado con lo que deseas…
Es un misterio cómo funciona la música (hay tantos libros y autores que se han dedicado a intentar descifrar códigos: Oliver Sacks, David Byrne, Paul Broca). Anoche había algo más que ondas vibrando, estrellándose contra todo, golpeando tus tímpanos sin respeto, transmitiendo señales a tu cerebro y liberando adrenalina, endorfinas, serotonina como torrentes de lava. No, había un componente histórico. Habían 30 años de historia del metal chileno de pie sobre ese escenario. Cuando la Iglesia Católica tenía derecho a joderte la vida por tocar Death Metal, con esas alusiones profanas y anticristianas en un país cargado de estructuras clericales. Estaban las historias de Anton grabando con los Calavera, cuando eran unos cabros chicos. Hay tapes viajando desde Chile, este terminal aéreo en el fin del mundo, hacia Europa, buscando algún “yes”. Tapes que viajaban meses y meses. Estaba el fin de Pentagram y ahora, sobre el escenario, Pentagram Chile. Eso se llama carga emocional, y es difícil sentirla cuando te entregas al trance. Pero el clásico “Demoniac Possession”, que dio cierre a la jornada, me trajo esa revelación. Pentagram es un aforismo en nuestra historia musical: es un principio fundamental, una declaración clara, concisa y determinante.
No merecen más que culto a su música y a sus leyendas, en este Chile tan carente de ellas.
Setlist:
-
Fatal Predictions
-
Horror Vacui
-
Evil Incarnate
-
Profaner
-
La Fiura
-
Spell of the Pentagram
-
Ritual Human Sacrifice
-
The Malefice
-
The Apparition
-
Temple of Perdition
-
Death of Satan
-
Demented
-
Demoniac Possession
*Nota de la autora.
Somos muchos los que creemos firmemente que el metal te entrega, además de una pasión, un bagaje cultural enriquecedor: Historia universal, mitología, esoterismo, teología… En fin. Pero culto no significa inteligente. También abundan los orates y, como en todos lados, los seres despreciables y de baja capacidad intelectual y moral.
Al *tipo* que me dio el agarrón anoche en la reja durante La Fiura, quiero que sepa que he repasado lo que le dije. Después de empapelarlo en garabatos y darle una cachetada, el *tipo* me tomó el brazo. Eso hizo que otros intervinieran, empujándolo para que me soltara. Fue cuando le lancé un «¿Qué me vas a hacer ahora, poco hombre? Ojalá te violen».
Ante eso último, rectifico. Porque aunque seas un miserable, te ofrezco mis disculpas públicas: No le deseo una atrocidad semejante a nadie, ni siquiera a un cerdo como tú.
A quienes me ayudaron a zafar, gracias.