Un cóctel sónico de furia, jazz, folklore y distorsión que vuelve a encender Santiago
Intentar encasillar a System of a Down es como querer atrapar un relámpago con las manos. Sus riffs desgarradores, ritmos impredecibles y líricas abstractas desafían toda definición simple. ¿Son metal alternativo? ¿Nu metal? ¿Thrash? ¿Progresivo? ¿Rock armenio? La respuesta más precisa la dio el propio Daron Malakian: “No somos una banda de ningún género. Somos lo que se ha convertido la música rock.”
Esa visión sin límites es lo que ha convertido a SOAD en una de las bandas más singulares del siglo XXI. Con un ADN sonoro que muta entre lo agresivo y lo melódico, lo grotesco y lo poético, mezclan influencias que van desde Slayer, The Beatles y Fleetwood Mac, hasta Dead Kennedys, Frank Zappa, y el jazz introspectivo de Miles Davis.
Por eso no sorprende que en un mismo tema puedan convivir un oud armenio, una guitarra barítono, un solo frenético, un grito dadaísta y un fragmento digno de ópera de cámara. Serj Tankian, vocalista y alma poética del grupo, compone a partir de emociones musicales y poemas personales, logrando letras que pueden parecer absurdas, pero que cargan un filo político y emocional pocas veces visto en el rock moderno.
Cada integrante del grupo —Shavo Odadjian, John Dolmayan, Daron Malakian y Serj Tankian— aporta un mundo musical distinto, desde el punk, el jazz, la música electrónica y el folklore armenio hasta el metal clásico. System of a Down no es una fórmula: es un laboratorio en constante combustión.
Y este 30 de abril, esa mezcla explosiva aterriza nuevamente en Santiago, con un espectáculo que promete ser una sacudida emocional, política y sensorial. En el Parque Estadio Nacional, el caos perfectamente orquestado de System of a Down volverá a recordarnos que el arte no se domestica, se siente.
No esperes encontrar etiquetas. Espera que te vuelen la cabeza.