Reseña: Lukas Arias
Fotos: Cristian Belano
Drug Church hizo su esperado debut en Chile ante un Club Ambar en su mayoría lleno por fanáticos. A pesar de una congregación inicialmente lenta, la banda logró captar un considerable número de seguidores, quienes fueron recibidos con gratitud por parte de los integrantes.
El show arrancó con la presentación de Talking Props, banda local que entregó una potente dosis de hardcore punk y punk rock en general, con ritmos sólidos y enérgicos que encendieron la velada desde el primer minuto. Entre su repertorio destacaron canciones de su EP The Void (2019), su álbum Passive Aggressive (2022) y varios singles, además de un emotivo cover de «Shed» de Title Fight, que, según uno de los integrantes, aportó una necesaria cuota de nostalgia. Un show electrizante, preciso y que dejó todo listo para la fiesta principal de la noche.

Luego fue el turno de Ariete, representantes de la nueva ola del hardcore nacional, quienes ofrecieron un set cargado de energía y actitud. Con un sonido crudo pero melódico y letras que transmiten un mensaje de resistencia inquebrantable, como bien expresa una de sus canciones, la banda desató una verdadera catarsis en el público. Entre two steps y patadas al aire, la conexión con sus seguidores fue total: corearon cada tema con fuerza y varios incluso subieron al escenario durante el cierre con «Continuar». En poco más de media hora, Ariete repasó temas de su EP Creer, vencer, caer y levantarse (2020), junto con algunos singles lanzados en 2023. Una presentación intensa, memorable y emotiva, debido a que fue la última actuación de su baterista.

La jornada sufrió algunos retrasos debido a la lenta llegada del público, lo que provocó que las primeras bandas tuvieran que atrasar sus presentaciones en hasta 15 minutos, mientras que el acto principal comenzó con un desfase de cerca de 20 minutos. Eran las 21:20 cuando todos los integrantes de Drug Church, excepto el vocalista Patrick Kindlon, ya estaban sobre el escenario. Fue entonces cuando Chris Villeneuve, baterista de la banda, se levantó de su puesto para ir a buscarlo. En cuestión de segundos, Patrick apareció desde el backstage para dar inicio al esperado debut. «Estamos muy contentos de estar aquí, Santiago», declaró ante un Club Ambar encendido, y sin más preámbulos arrancaron con la potente «Grubby». El público respondió con una energía arrolladora, sosteniendo una atmósfera vibrante durante todo el show.

Continuando con «Avoidrama» y «World Impact», Kindlon volvió a agradecer a los asistentes por estar presentes y aprovechó el momento para elogiar el venue, destacando lo especial del recinto. Comparó la disposición del público —tanto en cancha como en los palcos que rodeaban el escenario— con el paisaje de Santiago, comentando que se sentía como si estuviera rodeado por cerros, «como cuando visitas la casa de tus abuelos en medio de las montañas», bromeó entre risas.
Aunque la intensidad de Drug Church no decayó, el set adoptó un ritmo ligeramente más pausado hasta llegar a «Unlicensed Guidance Counselor». Antes de comenzar, Patrick advirtió que era una canción más lenta, pero con una explosión en el primer coro. Fue ahí donde pidió a todos que saltaran y desataran el caos. La respuesta fue inmediata: el público estalló en saltos, mosh pits y stage diving, una dinámica que el vocalista fomenta y celebra en cada uno de sus shows. La conexión entre banda y audiencia ya era total.

El ambiente tomó un giro aún más enérgico cuando comenzaron a sonar los temas más agresivos del repertorio. «Unlicensed Hall Monitor» marcó el cambio de tono con un potente grito inicial de Patrick que retumbó en todo el recinto: «Fucking move!». La frase fue la chispa para encender nuevamente el recinto, que se transformó en una masa frenética de cuerpos en movimiento y al aire. La banda no dio tregua, y el público respondió con una entrega absoluta.
El show continuó con una intensidad imparable hasta culminar con la esperada «Weed Pin», himno coreado a todo pulmón por cada asistente en el Club Ámbar. La euforia se apoderó del lugar: el público se lanzó al stage diving en masa, creando una postal caótica y vibrante que dejó a la banda visiblemente emocionada e impresionada. Patrick no dudó en afirmar que esta había sido, sin duda, la mejor fecha de la gira hasta ahora.

En medio del clímax, el vocalista se tomó un momento para saludar a dos fanáticos con los que se cruzó en el Cerro San Cristóbal. Uno de ellos, un chico con skate, ayudó a la banda cuando estaban perdidos, y hasta les ofreció marihuana, anécdota que provocó carcajadas tanto del público como de los músicos. «Esa es la hospitalidad que agradecemos», dijo Patrick, destacando lo acogedor que ha sido Chile para ellos. La gratitud fue genuina y constante.
La emoción del vocalista era tan evidente que no dudó en lanzarse en dos oportunidades al público con stage dives propios, completamente entregado a la experiencia. Su sonrisa lo decía todo: estaba viviendo uno de esos shows que quedan marcados para siempre.

La energía fue tan desbordante que, en dos ocasiones, los parlantes del recinto se desconectaron por los saltos y el caos desatado. Patrick quedó sin micrófono por unos segundos, pero no importó: el público siguió cantando sin necesidad de su voz. Incluso, las torres de sonido comenzaron a tambalearse por la intensidad del mosh, al punto que algunos asistentes debieron sujetarlas para evitar que cayeran. Una verdadera fiesta de hardcore que quedará en la memoria de todos los presentes.
Así fue a grandes razgos la tremenda actuación de la banda, sin ningun reparo, la potente voz de Patrick, la energía de Nick en la guitarra, la técnica de Cory también en las seis cuerdas, la precisión en la batería por Chris y la solidez en el bajo por parte de Patrick Wynne, todos juntos formaron una atmosfera cargada se sonidos tanto post hardcore, algo del melódico y la energía con toques punk dejaron al público satisfecho, sudado y con dolores corporales de tanto mosh y rock.