Reseña: Kevin Fuentealba Mol


Beat finalmente se presentó la noche del martes 6 de mayo en el Movistar Arena. El supergrupo compuesto por los ex King Crimson Adrian Belew y Tony Levin, junto al virtuoso guitarrista Steve Vai y el explosivo baterista de Tool Danny Carey, entregó un concierto que repasó la distintiva etapa discográfica de los años 80 del Rey Carmesí, con lo más destacado de sus álbumes “Discipline”, “Beat” y “Three of a Perfect Pair”.

La apertura del concierto estuvo a cargo del gran Jorge Campos, quien presentó un momento instrumental en homenaje al pueblo mapuche, desplegando gran destreza con su bajo en mano.

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Primera audiencia ante el Rey

Con puntualidad milimétrica, los miembros de la superbanda ingresaron uno a uno en el siguiente orden: Adrian Belew, Tony Levin, Steve Vai y Danny Carey. Ya ubicados en sus posiciones, dieron inicio a una emocionante primera parte con Neurotica y Neal and Jack and Me, demostrando su virtuosismo desde los primeros compases.
«Hola, son hermosos. Estamos felices de estar aquí, gracias por venir» fueron las primeras palabras de Belew al público, agradeciendo la masiva asistencia en uno de los conciertos más masivos y emotivos de la gira. La primera parte se enfocó en repasar lo mejor de los álbumes “Beat” (1982), con canciones como Heartbeat, y “Three of a Perfect Pair” (1984), con piezas como Model Man. Característicos en su época en King Crimson, la presencia de Adrian Belew y Tony Levin en el escenario es imponente. La voz de Belew y el talento sonoro de Levin estremecen el pecho y encogen la garganta. Cada uno brilla con luz propia, como verdaderas leyendas sobre el firmamento.

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Industry y Larks’ Tongues in Aspic (Part III) marcaron momentos donde las voces cesaron para dar paso a la maestría instrumental de la banda. La música dice más que las palabras. Las interpretaciones conservaron la esencia de las versiones de estudio, pero con matices que les dieron un aire fresco en vivo. Por momentos, cada integrante tomó protagonismo, mostrando su capacidad de adaptarse y generar atmósferas distintas sobre una misma base. Un set de nueve canciones, casi sin pausas, completó esta primera parte, en la que la banda agradeció el cálido recibimiento antes de anunciar un receso de 20 minutos.

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Vai y Carey: esencia y personalidad distintivas

Tras el intermedio, Danny Carey fue el primero en regresar para ejecutar la percusión de Waiting Man, en una introducción progresiva que integró al resto de la banda. Hablar de Carey es hablar de una de las baterías más impactantes del mundo. Fiel a su estilo con Tool, presentó elementos muy técnicos marcados por una sorprendente intensidad en cada golpe y una precisión milimétrica. Su presencia es irreemplazable, aportando arreglos y un sello personal que potencia cada canción sin alterar su integridad.

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Steve Vai, por su parte, asumió un rol protagónico pero sin robarse la película. Su influencia fue clave en los matices del sonido y en los efectos especiales. Aunque mantuvo un perfil bajo, temas como The Sheltering Sky y Sleepless le ofrecieron el espacio para lucirse y reafirmar por qué es uno de los guitarristas más virtuosos del planeta. Tanto Carey como Vai aportaron lo justo: mostraron su estilo y al mismo tiempo conservaron el alma y el corazón de King Crimson de los años 80.

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Esta segunda parte se centró principalmente en el álbum “Discipline” (1981), considerado por muchos como uno de los mejores de la discografía crimsoniana. Se contrastaron los ritmos enérgicos de Frame by Frame con la calma poética de Matte Kudasai. Elephant Talk fue uno de los momentos cumbre, con las guitarras de Belew y Vai rugiendo como elefantes. El elefante, emblema de esta formación, se proyectó durante todo el show en el fondo del escenario, una figura tan magnífica e imponente como el sonido que dominó la noche.
Con la potente Three of a Perfect Pair, que incluyó el uso de un taladro percutor en la guitarra de Belew, y la clásica e imponente Indiscipline, Beat cerró esta segunda parte recibiendo una ovación de pie. El público, hasta ese momento inmóvil y absorto en la experiencia, explotó en aplausos tras un viaje sonoro hipnótico.

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El juicio final del Rey Carmesí

El regreso al escenario fue rápido para entregar su veredicto final. «Nos hicieron muy felices hoy, muchas gracias. Volveremos pronto», dijo Belew, recordando que el set estuvo centrado en la discografía de los 80. Sin embargo, decidieron incluir un clásico más antiguo: Red, del álbum homónimo “Red” de 1974, considerado una de las joyas más influyentes de la banda.El gran final llegó con Thela Hun Ginjeet, una celebración en forma de canción que cerró la noche con broche de oro. Tras un setlist de 19 canciones, cuidadosamente escogidas, que recorrió lo más emblemático de la era ochentera crimsoniana, la superbanda se despidió entre ovaciones. Los comentarios al salir eran positivos y unánimes: se trató de una presentación impecable, con excelente sonido y una química entre los músicos que elevó la experiencia.

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La experiencia de Beat en vivo es algo único y pocas veces visto. Si los álbumes de King Crimson ya son excepcionales, esta interpretación en vivo los lleva a otro nivel. No hay palabras exactas que describan el trabajo de Adrian Belew y Tony Levin, quienes se alzaron como estandartes de esta etapa clásica y moderna del Rey Carmesí. La decisión de sumar a Vai y Carey fue magistral: ambos mantuvieron la esencia de las canciones, pero aportaron desde su experiencia personal, reimaginando y al mismo tiempo homenajeando el legado de Robert Fripp y Bill Bruford.

No podemos pedir mucho más a Beat luego de este viaje sonoro sin retorno, pero nos queda la inquietud de lo que podría venir. Una nueva gira sería bienvenida, pero la química y el potencial de este supergrupo nos dejan con ganas de más. Tal vez nueva música, una revisión de otras etapas de King Crimson o incluso exploraciones de sus propias carreras. Lo que sí está claro es que el juicio ha sido dictado: ante la corte del Rey Carmesí, Beat no solo cumplió, sino que ascendió al trono como un acto inolvidable.

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